sábado, 24 de julio de 2010

Los visitantes al “hogar de las puertas abiertas": Santa Eulalia.

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Contribuciones al debate. PAGINA 6.
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Los visitantes al “hogar de las puertas abiertas".
El señor de los gatos y la Gatología .
El arte de la conversación en Santa Eulalia:
los asiduos y los ocasionales.
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Tomado del libro: “Santa Eulalia. Memorias de una casa abierta. Biografía de Enrique Uribe White”. Efraim Otero Ruiz. Ediciones Fondo Cultural Cafetero. Noviembre 1999. 96 páginas. Pags. 42 a 46.

Foto tomada del libro.

Si uno llegaba temprano a Santa Eulalia, hacia las 9 ó 10 am, lo común era encontrarse con Necha dirigiendo el aseo de la parte inferior de la casa y quien, sin interrumpir sus labores, simplemente le indicaba a uno con el dedo que Enrique estaba en la parte de arriba, en la biblioteca. Ya más tarde y especialmente los sábados, domingos o días de fiesta, se lo encontraba en el vestíbulo o en la sala, en el poyo del ventanal o en una de las poltronas, fumando una de sus interminables pipas.

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Frecuentemente al llegar uno temprano lo primero que veía parqueado era un Chevrolet 1954 color rojo oscuro y sabía que allí estaban Rafael Serrano y Martha, la hermana de Enrique. Rafael siempre muy bien vestido, de saco y corbata, era poco comunicativo, pero de vez en cuando soltaba un comentario irónico sobre sucesos literarios o políticos o hacía observaciones de gran profundidad y sentido común. El y su esposa eran generalmente los primeros en llegar pero también los primeros en salir. En el curso de la mañana comenzaban a llegar otros visitantes: Antonio Panesso, con su mirada tensa e inquisidora detrás de unos lentes gruesos, comentando libros o sucesos recientes que después iría uno a ver en su columna de El Espectador. Otra visitante temprana de muchos años fue la importante antropóloga e investigadora norteamericana Kathleen Romoli, quien rápidamente al llegar cambiaba sus zapatos por pantuflas -pues sufría de edemas y molestias en los pies- y con su voz gruesa y monótona hacía eruditos comentarios de libros o de investigaciones pasadas o en progreso. Por esos días trabajaba en las expediciones que trataban de localizar el sitio de fundación de Santa María la Antigua del Darién. Hacia las 11 o 12 llegaba con su aire juvenil y sonriente Evita Aldor (13), ya viuda (ese aire juvenil traicionaba una voz gruesa, casi masculina, que dominaba varios idiomas) y su llegada era un acontecimiento. Ella por mucho tiempo trabajó en la Librería Central y luego puso su propia librería, la "Aldina", en la calle 70-A, a menudo llegaba trayendo con aire de triunfo revistas o libros que siempre revelaban algo sensacional. Cuando vivía Peter Aldor, su esposo, notable caricaturista húngaro de El Tiempo, ambos compartían la cordial amistad de Enrique y Necha y eran de los visitantes más asiduos; incluso Peter ilustró algunos de los libros de Enrique, incluyendo la Gatología . Pero además, como por la Librería Aldina circulaba durante la semana lo más granado de nuestra vida intelectual, Evita con frecuencia traía comentarios sobre literatura o poesía de personajes que la visitaban allí y que a menudo causaban vivaces polémicas entre los presentes. También era visitante pero más entre semana que los domingos un amigo de ellos desde los días de Tata, el capitán Vargas Mariño, boyacense, hábil malabarista con monedas o arcos, quien trataba temas náuticos con Enrique pero por lo demás era muy reservado y silencioso.
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Volviendo a la "gatología" de Santa Eulalia, siempre Enrique tuvo la fama de ser "un gran señor rodeado de gatos", pero puedo decir que, en 20 años de amistad, yo sólo conocí dos o tres de ellos y recuerdo específicamente a dos: a Nicolás, un angora blanco ya decrépito, como que debía tener 12 o 15 años de edad, que escasamente se movía de un sitio a otro de la sala, preferentemente al ventanal donde recibía los rayos del sol, y al que había que darle su alimento especial muy despacio, pues inclusive tenía dificultades para tragar; el día que se anunció su muerte causó gran desazón en todos los presentes, muchos de los cuales lo habían conocido en su época más ágil y más joven. La otra era una bellísima gata siamesa, "Geisha", a la que conocimos en plena madurez y de la que recibimos recién casados, mi mujer y yo, una parejita de su última camada y a los que denominamos "Quique" y "Necha" en honor a sus dueños. En nuestra casa se desarrollaron espléndidamente y se reprodujeron, recibiendo nuestros amigos algunas de sus crías.
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Desafortunadamente el sitio donde nosotros vivíamos era en esa época bastante solitario, rodeado de lotes que se continuaban con la línea del ferrocarril, y por ahí se nos escaparon varias veces hasta que finalmente, al cabo de varios años, desaparecieron. Con "Geisha", la preferida de Enrique, me pasó una anécdota curiosísima que es la siguiente: como esas gatas tienen un período de celo o de calor bastante ruidoso, en que se pasean día y noche dando intensos maullidos que son verdaderos alaridos, yo le sugerí a Enrique que ensayáramos con ella alguno de los anticonceptivos orales femeninos por ese entonces en boga; así lo hice, le administramos una tableta de Anovlar, y !santo remedio! se curó de sus calores pero quedó estéril de por vida. Por eso digo que nosotros recibimos dos gatitos de su última camada! Por varios años Enrique me acusó delante de todos de ser un endocrinólogo tan inepto que había dejado en menopausia a su gata preferida. Cuando Geisha murió, ya de vieja, él mismo la enterró en el jardín y le escribió un soneto que, de su puño y letra y debajo de una fotografía de la gata, colgaba siempre en el salón principal. Ese soneto (14) fue publicado en su libro Redada de 1977.
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Otros visitantes de la mañana solían ser Julita Restrepo de Puerta con su esposo y sus hijos aún muy jovencitos (Mauricio, el antropólogo y astrólogo, heredó muchos de los libros de Enrique, su tío-abuelo y era uno de sus sobrinos preferidos, pues cuando creció siempre lo mantenía informado de sus andanzas y sus viajes exploratorios a Tierradentro y al sur del país). A los otros dos hermanos de Julia, Gustavo Restrepo Uribe y Rita de Agudelo, se los veía más rara vez por Santa Eulalia. También seguros visitantes de sábados y domingos eran Salvador Rozenthal y Ruthy, su queridísima esposa; el perfil de la amplia nariz hebrea de Salvador se destacaba contra el ventanal y de vez en cuando se escuchaba su voz estentórea, con acento español (que no había perdido desde sus largos años de educación en España) dirigida a Enrique o a alguno de los presentes, siempre preocupado por el tema del sionismo y de la supervivencia de Israel, república de la que fue cónsul entre nosotros durante muchos años.
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Alguien que, en sus viajes de vacaciones a Bogotá desde Caltech (el Instituto de Tecnología de California) y Pasadena no faltaba en pasarse días enteros en Santa Eulalia era Ricardo Gómez Agudelo, el hermano de Fernando, quien nos entretenía con sus cuentos de Feynmann y del grupo de físicos notables de la era post-nuclear y a quien Enrique a veces forzaba a poner en lenguaje sencillo dificilísimas ecuaciones o conceptos sobre astrofísica o partículas sub atómicas, que eran sus campos de especialidad.
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Otros asiduos del grupo por muchísimo tiempo fueron el ingeniero Julio Escobar, por quien Enrique sentía verdadero afecto por haber sido su padre, don Julio Escobar Cruz, muy cercano amigo de doña Luisa en Tuluá y las dos familias muy cercanas; José de Recassens, quien con frecuencia asistía con su señora y sus hijas, y era una de esas autoridades en ciencia y arte que uno escuchaba boquiabierto; Fernando Caycedo y Malo, hijo del historiador Bernardo de J., dueño de Sotileza, bella casa situada también en las colinas de Suba, casado con una distinguida matemática chilena; Mercedes Alvarez y su esposo, el médico español Santiago Torres i Baldó, experto como pocos en la cocina española y catalana, que preparaba deliciosamente; y el profesor Howard Rochester y Julita, su dignísima esposa, Rochester siempre tan alto en su estatura como discreto en sus maneras, comentando siempre en voz baja artículos del Times de Londres o de literatura inglesa, que leía con su casticísimo acento de Oxford. Otros inevitables visitantes de los domingos por la tarde eran el coronel Alberto Lozano Cleves, fundador y presidente de la Sociedad Bolivariana y la inolvidable "Nena", su esposa, esta última más dada al chascarrillo y el chiste bogotanos para quitarle algo de solemnidad a los temas tan profundos que trataba su esposo. Y ocasionalmente Mauricio Obregón (fallecido en 1998), geógrafo, aviador, navegante, explorador, dilettante, quien había hecho en avioneta (acompañado del almirante S.E. Morison (15) los viajes de Colón y los viajes de Ulises y a quien todos escuchábamos como una verdadera caja de música, con su grueso acento español y su impecable pronunciación inglesa, en relatos y relatos que, por fortuna, han vuelto a aparecer en años recientes en las páginas de El Tiempo. Muchos de los "habitués" traían consigo otros amigos o visitantes que querían ponerse en contacto, así fuera por unos momentos, con la atrayente personalidad de Enrique. Me acuerdo que una vez Salvador Rozenthal llevó a Belisario Betancur, amigo y contertulio por muchos años, a quien ya habían derrotado dos o tres veces en sus aspiraciones a la Presidencia de la República. Cuando alguien le preguntó cuál era su profesión, contestó como una lanza: "-Profesión? Candidato". Las sesiones, con colaciones, té, café y aun tal o cual whisky incluídos, se prolongaban a veces hasta las 8 o 9 de la noche. Alguien que se les escapó una vez a sus guardaespaldas para llegar a Santa Eulalia "a que le dieran comidita casera" fue el mismísimo presidente Guillermo León Valencia, quien sentía por Enrique y Necha un cariño especial.
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Otros asiduos de esa primera época eran el doctor Aurelio Ordóñez, médico ecuatoriano inicialmente establecido en Cali, a quien Enrique había conocido a su llegada al Valle en los años treintas, y su esposa Angelita, guayaquileña muy agraciada. Aurelio, además de pianista y músico consumado (él compuso la música que, en un disco de 45 rpm. acompañó la edición del libro Las canciones de Bilitis de Pierre Louys, traducidas por Enrique) (8), era, por haber sido formado en Europa en los años de la I Guerra Mundial, uno de los enólogos y catadores más importantes que yo he conocido. Al destapar, oler y saborear con cuidado un vino, tinto o blanco, podía establecer el país de origen, la región de donde procedía y con gran aproximación el año de la cosecha. Enrique no le creía mucho y un día me invitó a que hiciéramos un truco: tomamos dos vinos rojos, uno chileno y otro francés, empacados en botellas oscuras casi idénticas. Con mucho cuidado una mañana, antes de que viniera Aurelio a almorzar, nos dedicamos a removerles las etiquetas con agua caliente y vapor de agua y a intercambiarlas de una a otra botella, pensando agarrarlo "in fraganti". Casi nos desmayamos cuando, al destapar las botellas y probarlas con cuidado, Aurelio nos dice: "Estas etiquetas deben estar equivocadas, pues este es un chileno de tal y tal fecha y este otro un burdeos de tal otra". Desde entonces lo mirábamos con infinito respeto. Angelita, su esposa, fue paciente mía por muchos años y de regalo de ellos conservamos en nuestra casa un bello óleo "picassiano" de Roldán, un pintor caleño, que nos obsequiaron cuando se regresaban del todo al Ecuador. Ocasionalmente visitaban también la casa Pilar Moreno de Angel, historiadora y autora de las biografías de Córdoba y Santander, y monseñor Rafael Gómez Hoyos, el distinguido sacerdote y polémico historiador.
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(13) Otero-Ruiz, E.: Obituario (Inédito), 1990
(14) "Entre mis brazos te llevé, gatita, - a tu lecho de tierra, humedecido - por mi dolor. A salvo del olvido - te dejo sola en la postrera cita". (Redada, rel. 4, p. 249)
(15) Del almirante Morison, a quien Enrique también conoció y admiró mucho, gozaba contando la anécdota de que, siendo profesor de Historia de Harvard, para que pudiera escribir la historia de la guerra del Pacífico, el presidente Roosevelt lo tuvo que nombrar por decreto "Almirante" -sin tener antecedente militar o naval ninguno- para que así los otros oficiales de los buques de guerra lo dejaran subir a contemplar las batallas y no lo mandaran abajo, a las zonas protegidas! (v. Redada, ref. 4, pág. 335).
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De Mauricio Puerta
para TERTULIA WHITE <tertuliawhite@gmail.com>
fecha 24 de julio de 2010, 17:28
asunto Re: Los visitantes al “hogar de las puertas abiertas": Santa Eulalia. Tomado del libro de Efraim Otero Ruiz. ( "Dínos con quien andaba, y ...")
Sobre el tema de los judios en Santa Eulalia faltan a quienes siempre vi, ademas de los ya mencionados. Son samuel clark, medico y salomon lerner el editor de la Iconografia del Libertador. Con todos ellos tengo fotos del tio Enrique y Necha.
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De: Efraim Otero
Fecha: 24 de julio de 2010, 18:23
Asunto: Re: Los visitantes al “hogar de las puertas abiertas": Santa Eulalia. Tomado del libro de Efraim Otero Ruiz. ( "Dínos con quien andaba, y ...")
Para: TERTULIA WHITE tertuliawhite@gmail.com
Apreciados amigos : Me había quedado callado por estar ausente de la ciudad unos días, recibiendo en Cartagena el honroso título de Miembro Honorario de la Academia de Medicina de dicha ciudad, el 14 de julio.
Les adjunto dos páginas de "Amigos Desaparecidos", un libro hecho por el propio Enrique en mimeógrafo en su "Imprenta de Santa Eulalia", como la llamaba, ejemplar dedicado al suscrito.
También una página del libro "Apellidos judíos en Antioquia" de Mesa Bernal ; se pregunta uno si el "dábale arroz a la zorra" fue por afinidad -sefardita- o por antagonismo (siriaco). Creo, como se lo comenté personalmente a Maruja y Ana Mercedes, que el incidente ya fue noblemente superado.
Reciban un abrazo de EFRAIM OTERO-RUIZ, M.D.
NOTA DE LA TERTULIA WHITE: Las páginas y documentos anunciados se publican en la PÁGINA 7, del diálogo y la documentación de éste. VER:
"Amigos desaparecidos". Por Enrique Uribe White. Diciembre 15 de 1971. "Una especie de autobiografía ..." , http://enriqueuribewhite.blogspot.com/2010_07_25_archive.html
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Enlaces relacionados:
LA CARICATOGRAFIA EN COLOMBIA. PROPUESTA TEÓRICA Y TAXONÓMICA - LA ...
http://www.wikilearning.com/monografia/la_caricatografia_en_colombia_propuesta_teorica_y_taxonomica-la_caricatografia_politica_en_colombia/24567-4
“ ….
Finalizada la segunda guerra mundial, aparece en la escena colombiana el trabajo de Peter Aldor (1904- 1976), Caricatógrafo húngaro (Budapest) con estudios de Ingeniería Mecánica. Su primer libro 1944 recoge sus trabajos de dibujo y caricatografía realizados con seudónimo en el marco de la segunda guerra mundial. El éxito de esta publicación, que recoge los dibujos de Aldor sobre esa penosa época y su sentimiento antinazi lo impulsa a abandonar la ingeniería mecánica y a dedicarse al oficio de la caricatografía. Colabora con la Agencia France Press (1946). Desde 1948 se radica en Colombia e inicia su trabajo en El Tiempo (1949-1976). Durante estos años, Aldor ilumina con su visión cosmopolita la opinión pública colombiana sobre los sucesos internacionales. Entre 1955 y 1956 hace un receso en El Tiempo, para colaborar con El Mercurio. (20) Sobre su obra afirma Roberto García –Peña: Sus dibujos... constituían una especie de ilustración de nuestros propios artículos contra el nazi-fascismo, vencido por la coalición de los países democráticos. Más tarde, al cambiar el rumbo de la historia, Aldor libró, a base de sus pinceles maestros, dura batalla contra el comunismo staliniano, siempre en defensa de las libertades por todos los totalitarismos pisoteadas y aniquiladas(21). Sus familiares y amigos recogieron una muestra significativa de sus trabajos bajo el Título Aldor. En esta obra se aprecia su habilidad en el manejo de la fisonomía caricatográfica. Al respecto Anna Kipper señala: Todos los políticos del momento, vivos o muertos, - entre estos últimos un Stalin cuyo bigote parece oler a vodka, los Kennedy, bastante angelizados, un Churchill superbritánico y, luego, un Mao volador, con su ropaje flotante, hinchado como un balón; De Gaulle malhumorado, Adenauer, el zorro; un Franco en miniatura y miles y miles más, poblaron el mundo interior de Peter Aldor. En la edición póstuma se aprecia el manejo maestro de la técnica de la plumilla, donde los trazos rápidos y sinuosos configuran los rostros y situaciones comentadas; en ocasiones se aprecia el uso del pincel seco y del grafito para sugerir sombras y volúmenes, pero en la mayoría de sus obras Aldor recurre a la trama de línea para matizar sus dibujos. Aldor, como muchos caricatógrafos políticos de la primera mitad del siglo XX utiliza el diálogo fuera de la viñeta, el cual se convierte a su vez en comentario. El mundo (globo terráqueo) es motivo de reflexión y constante protagonista de sus viñetas.
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Cambio.com.co - Versión imprimible
http://www.cambio.com.co/entretenimientocambio/860/ARTICULO-PRINTER_FRIENDLY-PRINTER_FRIENDLY_CAMBIO-6816847.html
Peter Aldor (1904-1976)
Apuntes de guerra
1945. Litografía. 28,5 x 30,5 cm. Colección particular, Bogotá.
Quien dejó huella más honda en el país fue el húngaro Peter Aldor, quien se estableció en Bogotá y consideró a Colombia como su segunda patria. Llegó en medio de un ambiente restrictivo que se instauró en Colombia desde noviembre de 1949, con el artículo 121 que coartó la libertad de prensa. Abandonó su profesión en 1939 para dedicarse a la caricatura como un sistema para luchar contra el nazismo. Desde entonces fue colaborador de periódicos en 1945 y 1946 en Budapest y entre 1947 y 1948 en París. A partir de ese momento sus caricaturas fueron distribuidas en el exterior por la United Press International, y reproducidas en The New York Times y El Mercurio de Santiago de Chile entre muchos otros. En 1949 se vinculó al periódico El Tiempo, donde colaboró hasta su muerte y se especializó en el campo de la política internacional. Su mirada a la situación de la posguerra europea y norteamericana, y al contexto latinoamericano, estaba cimentada en el conocimiento y su gráfica crítica elevaba el nivel de sus colegas colombianos.
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http://antisemitisminart.blogspot.com/2008/03/peter-aldor.html Allí algunas caricaturas.
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Enrique Uribe White y Efraim Otero Ruiz, AMIGOS. “Santa Eulalia. Memorias de una casa abierta.”
http://enriqueuribewhite.blogspot.com/2008_07_09_archive.html
Gracias a la amistad con Salvador Rozenthal, en ese entonces cónsul de Israel en Bogotá, obtuvimos la visa de este país en un papel separado del pasaporte y con mil trucos. Auspiciados también por Salvador, quien era amigo de Raquel Tov, una mujer importantísima en el gobierno israelí de ese entonces, y del cónsul español en Jerusalén, que había logrado mantener oficinas consulares tanto en el lado árabe como en el lado judío de la ciudad, pudimos atravesar con mil aventuras y mil riesgos la "tierra de nadie" (como se llamaba entonces la zona fronteriza, más allá de la puerta de Mandelbaum) y entrar a Jordania, donde quedaban entonces ubicados los santos lugares. De Amman tomar un avión jordano a El Cairo y de ahí un tren a lo largo del Nilo, hasta el Valle de los Reyes, para luego regresar a Atenas y reiniciar nuestra inolvidable aventura por Europa.
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Actualizó: NTC … / gra . Julio 24 , 2010, 2:47 PM
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